martes, 28 de octubre de 2008

COCINANDO EN OLLA PODRIDA

Advertencia: los datos contenidos en este artículo no han sido confirmados y provienen de fuentes extraoficiales anónimas. Algunos aportes son de mi autoría, pero la mayor parte del texto es una transcripción de un artículo que recibí por correo electrónico.
A ALONSO SALAZAR LE ESTABAN COCINANDO UN PODRIDO

Aunque todavía faltan muchas cosas por saberse, pues apenas se conoce una pequeña parte de los mandados que le hacía Guillermo León Valencia Cossio a la Oficina de Envigado (hasta para eso sería que le regalaron cuatrimotor, para que corriera con las vueltas), y falta también esculcar sobre la complicidad de otros personajes (dice el concejal Bernardo Alejandro Guerra que hay un empresario comprometido: alias Hoyo 18), con lo que queda claro que complot para tumbar al alcalde de Medellín sí había, así sospeche el de por sí sospechoso Luís Pérez que se trata de un montaje de Salazar para crear una cortina de humo a su mala imagen (reconociendo que pocos políticos saben tanto de mala imagen como Lupe).

LOS QUE ESTÁN EN ESE CALDO APESTAN A CEBOLLA

En junio de 2008, al Alcalde le llegó la primera noticia de la conspiración en su contra. Y no fue un chisme que le contó un embolador del parque de Berrío. Nada menos que un alto funcionario de la Fiscalía General le advirtió desde Bogotá que debía tener cuidado con el Director de Fiscalías Valencia Cossio y con el General Pedreros, Comandante de la Policía Metropolitana, pues ese par de legales ilegales, aprovechándose de sus cargos, estaban tramando marranadas contra él. Y tenían pruebas suficientes pues las autoridades nacionales y extranjeras llevaban 2 años interceptándoles las llamadas telefónicas, en relación a una investigación sobre narcotráfico. Los delató el olor a Cebolla de alias El Cebollero.

ALONSO PUSO A HERVIR A VALENCIA COSSIO

Alirio Rendón, El Cebollero, tenía azotada la Plaza Mayorista. Era el típico don nadie que empezó con una 'desinteresada' Convivir, y después sacó las uñas y amenazó, extorsionó y asesinó, hasta conseguir una inmensa fortuna y levantar amistades en la política (tanto que llegó a ser el principal distribuidor de la Fábrica de Licores de Antioquia). Valencia Cossio era uno de sus colaboradores, y la prueba es que cuando el alcalde Salazar, contra viento y marea, exigía que encarcelaran a El Cebollero no hubo manera de que Valencia Cossio cumpliera su deber, se hacía el bobito. Ni siquiera cuando se lo ordenaron desde la Fiscalía en Bogotá. Al fin el Alcalde insistió e insistió hasta que lo agarraron y ¡ahí sí que se alborotaron los criminales!

SI NO NOS DEJAN COMER, DAÑEMOS LA COMIDA

Si el que estorba es Salazar —pensaron y ordenaron desde la Oficina de Envigado— entonces para afuera con él. Y lo denunciaron por secuestro y abuso de autoridad, según lo declarado por Fáber Bravo, un reinsertado que vigilaba un parqueadero donde el alcalde dirigió una acción policial. Valencia Cossio, que para agarrar narcos como El Cebollero no movía un dedo, resultó de lo más diligente: en un dos por tres recibió la denuncia y llamó a la coordinadora de la Unidad de Reacción Inmediata para que la 'agilizara'. A pocas horas ya tenía al CTI trabajando en la denuncia (denuncia en la que seguramente él ya venía trabajando con sus patrones). A la empantanada judicial, los conspiradores agregaron una campaña de desprestigio contra el Alcalde para revocarle el mandato y adelantar las elecciones: Reinsertados de la Corporación Democracia ofrecían plata a cambio de firmas en el barrio Isaac Gaviria y otras zonas; funcionarios corruptos y políticos derrotados en la anterior campaña explotaban en críticas contra la administración, y una nómina de periodistas a sueldo y encebollados, se dedicaron a decir que el alcalde se mantenía borracho (cuando alias Job fue asesinado se encontró en su bolsillo una lista de periodistas fletados para una 'Campaña'. ¿Se refería a la campana contra Salazar? No hay certeza pero si hay coincidencias entre algunos nombres con los que habían hablado del 'alcalde borrachito').

HASTA EL FONDO DE LA OLLA PODRIDA

En junio la Fiscalía le echó mano a Felipe Sierra, miembro de la alta clase social paisa y miembro a la vez de la organización del narcotraficante conocido como Don Mario, y al mismo tiempo pidió que se investigara al Fiscal Guillermo León Valencia y al General Pedreros. Aparecieron joyitas que demuestran que el jefe de fiscales trabajaba para los criminales y contra el alcalde. En sus amistosas charlas telefónicas interceptadas por las autoridades, le informa a Sierra, su patrón, que los asuntos sobre la alcaldía iban por buen camino. Después Valencia Cossio fue destituido, el General Pedreros llamado a calificar servicios y, en medio del escándalo, el Fiscal General Mario Iguarán pasó por Medellín a ofrecer disculpas a los ciudadanos y confirmó con pesar que aún faltan más cosas por saberse. Por otro lado, Luis Pérez, el candidato derrotado por Alonso Salazar, considera a Valencia Cossio 'un hombre de bien', según entrevista de El Colombiano, y allí mismo confiesa que 'en el último año sólo pude almorzar una sola vez con él' (¿Comerían hígado encebollado?). Del general Pedreros dice, en la misma entrevista, que 'manifestó en privado que hubo mucha corrupción en el conteo de votos en las elecciones para la Alcaldía'. Sin embargo, en la emisión del programa “El Cocuyo” de RCN Radio, de el 27 de octubre, se publicó un informe en el que aseguran que un número importante de policías (de altos rangos muchos) están pidiendo traslado para otras zonas del país “porque en Medellín la policía está podrida”. Más para la misma olla.

jueves, 23 de octubre de 2008

GRAN DESPLIEGE PARA UNA NOTICIA ATROZ

Por:
Mauricio Zuluaga Ruiz

La muerte de Luis Santiago Lozano, el niño de once meses de nacido, luego de ser secuestrado por orden de Orlando Pelayo, su propio padre, puso de nuevo sobre la mesa el tema acerca de cuál debe ser la pena a imponer a quienes incurran en delitos contra menores de edad.

Varios especialistas afirman que en este caso los jueces deben observar el concurso de delitos que se configuró. En todo caso, en cada uno de los testimonios hay unanimidad acerca de que la pena debe ser la máxima que contempla la ley.

En el caso del niño Luis Santiago no hay atenuantes. Por el contrario se aprovecharon de un menor que estaba en completo estado de indefensión, a la madre la sometieron y la
maltrataron. A esto se suma el parentesco con la víctima. Este último es otro agravante más en contra de los responsables.

Pero sí hay reflexiones adicionales. Muy buena parte de la retórica de estos días, implica una grave confusión: hay que distinguir entre hechos atroces de corte sicopático, de la criminalidad que se desprende de situaciones de miseria y de deterioro social. Casos que caben dentro del primer renglón.


La idea de que ese suceso doloroso es indicativo de una cierta culpa colectiva es equivocada. Puede que haya culpa colectiva en la miseria, la desnutrición, la iniquidad, la exclusión y la violencia contra los niños. Pero enmarcar aquí un hecho patológico más bien tiende a generar un desvanecimiento de la responsabilidad individual. Esos lamentos generales deben ser atacados con medidas que en buena parte se salen del campo penal.


Esos ejercicios sociológicos caen en tierra abonada: hay una gran dualidad en nuestra sociedad, que oscila espasmódicamente entre la misericordia y la venganza. Mientras el abuelo del niño hablaba de perdón, el pueblo quería un linchamiento. Y la pena de muerte es la versión refinada del linchamiento. Cada víctima dice que el asunto queda en manos de la justicia divina.


Ese escape a la divinidad muestra la falta de persistencia de la sociedad en un régimen racional de responsabilidad. Penas severas que luego se transforman en rebajas cuantiosas. Como se trata de reacciones coyunturales, se pierde la coherencia en el sistema de penas. Se castigan más severamente conductas que generan reacciones masivas mientras quedan en el olvido delitos mucho más graves pero con menos sex appeal mediático.


Una muestra adicional es el fetichismo legal. La república gramatical que convierte cada problema en un inciso.


Es la hora de comenzar discusiones reposadas. La cadena perpetua no debería concebirse como un elemento de venganza, sino como un instrumento para evitar la reincidencia, propia de esta clase de delitos. Como en el tema de los abusos sexuales.

En nuestra carta politíca el humanismo constitucional, convierte a la persona, en el sujeto, razón y fin del aparato estatal. Todo el andamiaje orgánico y funcional de la República está volcado hacia el hombre, hacia el servicio del hombre, hacia la dignidad del hombre. Ello lo establece el artículo primero, que además define a Colombia como un Estado Social de Derecho.

Ahora bien, dentro de los altos fines de la dignidad humana y la prevalencia del interés general se incribe una serie de principios materiales que desarrollan y aseguran la consecución de aquellos valores.

Es por esto, que aún siendo reprochable el crímen cometido por ORLANDO PELAYO, padre de LUIS SANTIAGO, no cabe en el ordenamiento jurídico las declaraciones y calificativos proferidos por el Fiscal General de la Nación al calificarlo como un acto de hienas.

Pues el principio de dignidad humana, aún para delitos atroces le concede a los victimarios su derecho a la dignidad.

Por lo anterior, debe esperarse igualmente, que para delitos por decirlo así menores, la justicia obre con igual severidad !!!!!

martes, 14 de octubre de 2008

PROMO CAMPAÑA SOCIAL

martes, 7 de octubre de 2008

DICEN - JUAN FERNANDO VELASCO