miércoles, 26 de abril de 2017


martes, 14 de abril de 2015

Del cielo al infierno con el Icetex


Mientras cientos de personas acuden con ilusión al Icetex para obtener los recursos que les permita cursar sus estudios superiores, otros tratamos de salir del infierno en el que se ha convertido esa "oportunidad". El crédito educativo, valioso instrumento para millones de colombianos que no han logrado un cupo en una universidad pública, y que no tienen recursos suficientes para pagar una universidad privada, se convierte en una tortura en la etapa de amortización, por las inconsistencias recurrentes de la entidad. 

Mi caso es el de muchos otros colombianos. Cobros disparatados, errores en los estados de cuenta, reportes irregulares en centrales de riesgo y traslado a firmas de cobranza sin que medie el debido proceso. En honor a la verdad, debo decir que todo funcionó muy bien hasta diciembre de 2014 (tanto que en febrero de ese año pedí otro crédito para posgrado, el cual fue aprobado). Sin embargo, en el 2015 el panorama cambió y un día de enero llegó un cobro por $776.586 pesos (los pagos habituales eran de $54.000) y una anotación de “153 días de mora”, pese a que el último pago se había realizado un mes antes. Pero este era solo el inicio de la tortura. Lo que siguió fue una maratón de llamadas a la línea de atención habilitada por la entidad (en la que solo dan respuestas de manual), escritos recurrentes (siempre responden que "la solicitud está en trámite") y, por último, un derecho de petición sobre el que se cumplió el tiempo de ley para dar respuesta, pero que nunca respondieron. 

La entidad asegura que el crédito está en mora desde junio de 2014, pese a que en agosto de ese mismo año emitió un certificado en el que consta que estaba al día y a que hay pagos aplicados hasta diciembre. Así, en su eterno desorden, la deuda siguió creciendo (por intereses de una mora que nunca existió) con un proceso jurídico de por medio y un agravante: ofrecí pagar el crédito en su totalidad, pero se negaron a recibir el pago. Es decir, que ni respondieron las peticiones, ni aclararon cuál era el estado real del crédito, ni terminaron el cobro jurídico, ni permitieron que pagara en ese momento. 

¿A quién acudir? Dice la Superintendencia Financiera que no es competente para conocer las quejas de los usuarios (cosa extraña porque el Icetex se describe como una “entidad financiera del Estado”) y que tal función le corresponde a la Superintendencia de Industria y Comercio. Esta última responde que los usuarios afectados deben iniciar una demanda (para lo cual entrega un modelo), proceso que en todo caso puede tardar meses. Mientras tanto las deudas siguen creciendo, los cobros jurídicos avanzando, los reportes negativos permanecen en las Centrales de Riesgo y el “debe esperar” se convierte en la única respuesta para los usuarios. 

Finalmente, luego de peregrinaciones con soportes en mano entre una oficina y otra, logré mediante una Acción de Tutela que un Juez les ordenará responder y aclarar el tema. Y así lo hicieron: finalmente reconocieron que yo tenía la razón, que nunca existió tal mora, que me estaban cobrando casi un millón de pesos de más y que tenían que rectificar la información en Centrales de Riesgo. Todo eso, después de casi 4 meses de esperas, reclamos y gastos por los que, en últimas, nadie respondió. 

Queda entonces la duda sobre cómo funciona esta entidad, pues por un lado promueve el pago oportuno (cosa que está muy bien), pero por el otro perjudica a quienes lo han hecho todo correctamente. Para mi fortuna pude aclarar el asunto y pagar lo justo (finalmente pagué la totalidad del crédito), pero a juzgar por los expedientes que reposan en los juzgados contra esta entidad, son miles de colombianos los que siguen enredados y obteniendo la peor respuesta de todas: un profundo y soberbio silencio, mientras la tortura de quienes quieren salir de este infierno, sigue su marcha. 

Ñapa 1: Una fuente cercana a esa entidad, me confirmó que hace poco más de 2 años, cuando renunció Marta Lucía Villegas, el nuevo presidente barrió con todo el personal. Es decir, llegó con su burocracia a empezar de cero. Y ahí están las consecuencias (aunque las denuncisas de problemas vienen desde siempre, se agravaron -al menos en mi caso- en los últimos años). 

Ñapa 2: Alguien me preguntó: ¿Usted recomienda al Icetex? Mi respuesta es sí. Si bien tiene serios problemas operativos, es claro que representa una oportunidad invaluable para miles de personas. La recomendación es guardar todo, desde el primer día, cada documento, cada correo, para tener cómo defenderse en caso de que haya inconsistencias.

sábado, 2 de agosto de 2014

Extensión, docencia, investigación y gestión: plataformas de movilidad social

Por: 
Víctor Sánchez Montoya

La educación es la mejor plataforma de movilidad social. A lo largo de la historia, las naciones se han desarrollado en torno al conocimiento y la humanidad ha evolucionado gracias a que ha aplicado esos conocimientos en su propio beneficio.

La educación es un proceso continuo, permanente y transversal. Más allá del aprendizaje formal (en las aulas), el ser humano está en un proceso de constante adquisición de conocimientos, bien se trate de oficios, de formas nuevas de hacer las cosas, de tecnología o de relacionarse con el entorno.

En el ámbito formal, la educación como proceso asignado a las entidades educativas, pasa por momentos importantes de la vida de las personas y alcanza su punto máximo, cuando el sujeto es capaz de crear conocimiento nuevo. En este proceso, una serie de elementos deben conjugarse para que la educación evolucione, deje de ser solo una relación docente-aula-estudiante y se convierta en generadora de cambios en la sociedad.

¿Cómo lograrlo? La clave está en la correcta sincronización entre gestión-extensión – docencia – investigación.

Partamos de la base de que la educación debe ser coherente con el contexto. Esto implica una relación transversal con todos los elementos que componen el entorno (tanto en las aulas como en la sociedad). En ese orden de ideas, la educación debe ser pertinente, relevante y oportuna.

Entonces, el primer elemento que se debe tener en cuenta es el de la extensión, es decir, el rol social de la universidad, su proyección a la comunidad y su relación con el entorno para aplicar el conocimiento desarrollado en las aulas de clase.  La extensión implica (y necesita) una adecuada comunicación y diálogo entre los estamentos universitarios y entre la institución educativa y la sociedad.

Preparar a los estudiantes (futuros profesionales) para su interacción con el mundo, es tarea del segundo elemento constitutivo de la universidad: la docencia. Este componente también es transversal y tiene responsabilidad compartida. No se puede delegar en el maestro toda la responsabilidad sobre la adquisición del conocimiento. Al contrario, el docente debe ser un mediador que lleve al estudiante al descubrimiento de los saberes y a encontrar las soluciones para la resolución de problemas (ya sean generales o específicos de ciertas áreas).

Así mismo, conducir a los estudiantes a descubrir el conocimiento es una función de la universidad que debe estar mediada por la investigación. Este elemento implica la actualización de los saberes y la generación de conocimiento nuevo. El eje de la educación superior debe ser la investigación, como forma de leer el contexto, entender sus problemas y buscarles soluciones prácticas y aplicables.

Conjugar y equilibrar estos elementos (extensión, docencia e investigación), requiere una adecuada gestión educativa, que requiere planificación, establecimiento de objetivos, reflexión sobre la forma de aprendizaje, interacción de la universidad con la sociedad, proyección de la institución educativa en el medio en el que opera y evaluación.

Sin embargo, lo anteriormente expuesto no deja de ser un escenario ideal. Las bondades serían evidentes si se aplicara de forma permanente, coordinada y articulada. No hay duda de que si las instituciones de educación superior implementaran modelos en los que cada curso fuera una oportunidad de investigación y los resultados de estas a su vez, posibilidades de extensión, la sociedad tendría múltiples oportunidades de resolver sus problemas y generar nuevos desarrollos. No obstante, en la práctica es distinto. Los recursos resultan insuficientes, los esfuerzos generalmente son aislados y la mayor parte de las iniciativas de investigación terminan cuando el curso llega a su fin y los estudiantes han obtenido su nota final.

¿Qué hacer? Sin duda el panorama no es sencillo, las dificultades abundan y las políticas estatales no son claras (ni serias). Pero hay que empezar. Tal vez una buena estrategia sería implementar modelos de investigación transversales a varios cursos y desarrollados por varias cohortes. Esto podría propiciar procesos continuos que generen resultados aplicables al contexto (extensión) e implicaría cambiar la forma de enseñar en las aulas (docencia), dejando de lado el modelo de cursos individuales y aplicando una estrategia de enseñanza colaborativa en la que los grupos, saberes y experiencias se conjuguen.


Mucho debemos a las universidades y mucho podemos demandar de ellas todavía. En síntesis, todos tenemos un rol dentro de la educación superior, que implica docencia, investigación y extensión. La educación universitaria debe salir de las aulas, leer el mundo real, proponer cambios en la sociedad, generar conocimientos adecuados para atenderlos y aplicarlos. Hay una responsabilidad compartida, a partir de responsabilidades individuales. La educación no se detiene, pero necesita de iniciativa, apoyo y compromiso para evolucionar. 

miércoles, 14 de mayo de 2014

Docencia 2.0. Entre fantasmas y privilegios

Está claro que la forma de aprender ha cambiado. Por consiguiente estamos en mora de cambiar la forma de enseñar. El docente dejó de ser el poseedor de conocimiento, para convertirse en un mediador que también aprende de sus estudiantes. En esta sociedad de la información, el profesor no puede pretender enseñar doctrinas, porque seguramente se va a encontrar con cuestionamientos sobre los que desbordan sus conocimientos (el docente no tiene por qué saberlo todo); en cambio esa información va a estar al alcance del estudiante con solo navegar en la web. 

Estamos frente al conocimiento que se construye (se descubre si se quiere). Con recursos digitales que permiten crear y compartir conocimientos mediante el aprendizaje autónomo, tenemos la ventaja de que el docente como mediador deja de ser el único responsable del conocimiento que adquiere el estudiante. Ahora este también asume su propia responsabilidad por lo que encuentra en sus redes virtuales y cómo aprovecha esa información. Un fantasma que desaparece (el de la culpa) y un privilegio que perdemos (el de tener la última palabra). 

En todo caso, sí corresponde al docente estar actualizado, informarse para guiar adecuadamente, clasificar la información para facilitar el acceso por parte de los estudiantes, compartir datos sobre servicios, medios y herramientas y renunciar a las verdades absolutas, para aprender de aquello que los estudiantes van encontrando en su “aventura tecnológica”. Recordemos que como “nativos digitales”, los estudiantes llevan la delantera en muchos escenarios de la web 2.0. La información está por fuera del aula de clase, el estudiante sabe moverse en la red. Necesita una guía adecuada para que acceda a los contenidos apropiados, desarrolle los propios, rastree información, aprenda a filtrar lo que es útil y deseche la basura. En resumen, los estudiantes necesitan desarrollar habilidades con base en lo que les ofrece la tecnología para valerse de los recursos de Internet como fuente de conocimiento. Sin embargo, hay que tener cuidado con la información que se utiliza, porque no todo es confiable o porque puede caerse en la trivialidad, la superficialidad o la sobre carga de información. Manejar este fantasma requiere de astucia y sentido común. 

No obstante, el acceso al conocimiento por medio de la web es una oportunidad para cambiar los viejos paradigmas en los que el estudiante memorizaba, entendiera o no. Ahora se trata de que descubra, analice, deseche y transforme. Más que aprender sobre ciertos campos del conocimiento, el estudiante aprende dónde está la información para acudir a ella cuando la necesite. Ahí es donde el docente debe ser una fuente de recursos útiles y confiables para que el alumno acceda a contenidos y herramientas de calidad. Somos privilegiados por tener toda la información al alcance de la mano, pero somos responsables del uso que hagamos de lo que encontremos y de la rigurosidad con que evaluemos esos contenidos. 

Aquí un excelente ejemplo de estudiante 2.0 y docente 2.0


¿Qué hacer entonces? En mi opinión, debemos usar todas las herramientas disponibles, sin limitar a los estudiantes. Flexibilidad es la clave. Recordemos que cada día aparecen nuevos desarrollos que hacen ver a los anteriores como anticuados. No podemos permitir que los estudiantes nos vean como dinosaurios. Es necesario incorporar los recursos web a nuestros cursos, aprovecharlos, hacerles seguimiento, motivar su uso y aprender de las sorpresas que nos den nuestros estudiantes, en el fascinante y a veces tenebroso world wide web.