miércoles, 14 de mayo de 2014

Docencia 2.0. Entre fantasmas y privilegios

Está claro que la forma de aprender ha cambiado. Por consiguiente estamos en mora de cambiar la forma de enseñar. El docente dejó de ser el poseedor de conocimiento, para convertirse en un mediador que también aprende de sus estudiantes. En esta sociedad de la información, el profesor no puede pretender enseñar doctrinas, porque seguramente se va a encontrar con cuestionamientos sobre los que desbordan sus conocimientos (el docente no tiene por qué saberlo todo); en cambio esa información va a estar al alcance del estudiante con solo navegar en la web. 

Estamos frente al conocimiento que se construye (se descubre si se quiere). Con recursos digitales que permiten crear y compartir conocimientos mediante el aprendizaje autónomo, tenemos la ventaja de que el docente como mediador deja de ser el único responsable del conocimiento que adquiere el estudiante. Ahora este también asume su propia responsabilidad por lo que encuentra en sus redes virtuales y cómo aprovecha esa información. Un fantasma que desaparece (el de la culpa) y un privilegio que perdemos (el de tener la última palabra). 

En todo caso, sí corresponde al docente estar actualizado, informarse para guiar adecuadamente, clasificar la información para facilitar el acceso por parte de los estudiantes, compartir datos sobre servicios, medios y herramientas y renunciar a las verdades absolutas, para aprender de aquello que los estudiantes van encontrando en su “aventura tecnológica”. Recordemos que como “nativos digitales”, los estudiantes llevan la delantera en muchos escenarios de la web 2.0. La información está por fuera del aula de clase, el estudiante sabe moverse en la red. Necesita una guía adecuada para que acceda a los contenidos apropiados, desarrolle los propios, rastree información, aprenda a filtrar lo que es útil y deseche la basura. En resumen, los estudiantes necesitan desarrollar habilidades con base en lo que les ofrece la tecnología para valerse de los recursos de Internet como fuente de conocimiento. Sin embargo, hay que tener cuidado con la información que se utiliza, porque no todo es confiable o porque puede caerse en la trivialidad, la superficialidad o la sobre carga de información. Manejar este fantasma requiere de astucia y sentido común. 

No obstante, el acceso al conocimiento por medio de la web es una oportunidad para cambiar los viejos paradigmas en los que el estudiante memorizaba, entendiera o no. Ahora se trata de que descubra, analice, deseche y transforme. Más que aprender sobre ciertos campos del conocimiento, el estudiante aprende dónde está la información para acudir a ella cuando la necesite. Ahí es donde el docente debe ser una fuente de recursos útiles y confiables para que el alumno acceda a contenidos y herramientas de calidad. Somos privilegiados por tener toda la información al alcance de la mano, pero somos responsables del uso que hagamos de lo que encontremos y de la rigurosidad con que evaluemos esos contenidos. 

Aquí un excelente ejemplo de estudiante 2.0 y docente 2.0


¿Qué hacer entonces? En mi opinión, debemos usar todas las herramientas disponibles, sin limitar a los estudiantes. Flexibilidad es la clave. Recordemos que cada día aparecen nuevos desarrollos que hacen ver a los anteriores como anticuados. No podemos permitir que los estudiantes nos vean como dinosaurios. Es necesario incorporar los recursos web a nuestros cursos, aprovecharlos, hacerles seguimiento, motivar su uso y aprender de las sorpresas que nos den nuestros estudiantes, en el fascinante y a veces tenebroso world wide web.

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