miércoles, 30 de abril de 2008

CABALLOS, AGUARDIENTE Y UNA ZONA DE TOLERANCIA…


A 96 kilómetros de Medellín existió una de las zonas de tolerancia más famosas del país.


Los pueblos de Antioquia tienen tantas historias para contar como personas los habitan. Son ciento veinticinco municipios en total, en donde la diversidad étnica, cultural, social y económica enmarca un panorama amplio y conducen por caminos inimaginados para muchas personas. El oriente antioqueño, es la subregión más próspera y con más desarrollo en infraestructura, tecnología y talento humano del departamento. En ese territorio compuesto por veintitrés municipios está ubicado el Aeropuerto Internacional José María Córdova, empresas como La Compañía Nacional de Chocolates, Postobón, Pintuco entre otras. Igualmente, allí están La Universidad Católica de Oriente y sedes de la Universidad Eafit, la Universidad de Medellín, la Universidad de Antioquia y la Universidad Pontificia Bolivariana.


Cuenta con una de las diócesis más importantes del país, la de Sonsón-Rionegro y alberga a “LLanogrande”, el barrio campestre más lujoso y prestigioso del territorio antioqueño, incluso por encima del Poblado de Medellín, además de estar allí los terrenos más costosos de la geografía nacional.


Un poco más alejado del epicentro desarrollado y urbanizado, está Sonsón, un municipio de cuarenta y cinco mil habitantes, ciento cinco veredas, seis corregimientos y todos los pisos térmicos, desde el páramo hasta el cálido en el Magdalena Medio. Con doscientos ocho años de historia, ha sido el pionero del desarrollo y la cultura de gran parte del oriente antioqueño y de algunos poblados del departamento de Caldas, inclusive su capital Manizales, así como del norte de los departamentos del Valle y el Tolima. Su casco urbano tiene una temperatura promedio de 15º centígrados, aunque en la noche y en las madrugadas, esa temperatura desciende considerablemente. Y en ese ambiente de pueblo frío, es normal que en la tarde de un sábado o domingo (a veces ambos días) un grupo de personas se reúna en un lugar acordado previamente, con sus caballos ensillados para dar comienzo a una cabalgata por las principales calles del pueblo y sus alrededores. El número de caballistas es variable, a veces cinco o seis, a veces diez o veinte o más. Fue precisamente en una de esas cabalgatas, a la que fui invitado, donde pude conocer más a fondo la historia de Tierrabaja, la zona de tolerancia de Sonsón que, en su momento, llegó a ser una de las más reconocidas del departamento y del país.Empezamos a cabalgar hacia las cinco de la tarde de un domingo que había estado frío y en el que nubes grises en el cielo amenazaban con descargar un gran aguacero sobre el pueblo, pero eso no fue impedimento para que montáramos los caballos y empezáramos el recorrido. Inicialmente fuimos hasta el parque principal e hicimos la primera parada en la cantina El Astor, donde nos tomamos -al menos yo- el primer aguardiente de la tarde. Después de charlar y compartir un momento con los demás caballistas, algunos sin bajarse del caballo, se dio la orden de partir. La siguiente parada sería “donde las monas”.


En realidad no es que la cantina se llame así, sino que es atendida por un grupo de mujeres “monas” y, al parecer, es de más fácil recordación para los hombres del pueblo, ese apelativo que el nombre del lugar. De esa manera, entre un aguardiente y otro, una cantina y otra, charlas, comentarios y recorridos por la Sexta y la Séptima las dos calles principales del municipio, entre el Parque Principal y la Plazuela de Henao, la tarde fue cayendo y la noche llegó. Aunque el clima descendía notablemente, sobre los caballos ese cambio no se sentía.


Finalmente, se dio la orden de ir a La Jonda, donde sabía encontraría la historia que había ido a buscar. Cuatro cuadras abajo del parque principal, por la Sexta, está ubicada esa cantina, que más bien parece un museo, tanto por la cantidad de objetos antiguos que cuelgan de su techo y paredes, como por su propietario, don Gilberto.


Entré y me ubiqué en frente del mostrador, sentándome en una silla de montar a caballo, ubicada sobre un soporte de madera, que hace las veces de butaca. Empecé a hablar con don Gilberto y a pedir información sobre el lugar y los objetos que había allí. Él muy amablemente respondía a cada una de mis preguntas, pero por momentos era cortante y reacio a hablar de algunos temas. Afortunadamente para mí, el también estaba tomando aguardiente, lo que me facilitó el trabajo, ya que “con unos cuantos tragos encima”, empezó a hablar.


Le pregunté directamente por la zona de tolerancia y no tuvo ningún problema en responderme: “empezaba aquí una cuadra más abajo, eran veintiocho cantinas con ciento treinta mujeres, un consultorio y varios calabozos que utilizaban para encerrar a los que tuvieran algún problema, generalmente a machete o pico de botella, originado por “líos de faldas” ya que el comando de policía estaba muy lejos y no tenían tiempo de llevarlos hasta allá, debido a que al momento se armaba otro alboroto. El consultorio era para atender a las mujeres una vez al mes y certificar que no tenían ninguna enfermedad venérea, entonces el médico iba, las revisaba y les daba un carné que además de ser requisito para poder trabajar, los clientes podían exigirles como prueba de que estaban sanas. En épocas de navidad, semana santa, fiesta del maíz e incluso en feria de ganado, los negociantes de la zona viajaban a Dorada, Aguadas (Caldas) y Medellín a conseguir las mujeres que atendían a los señores que frecuentaban Tierrabaja.


Las mujeres sólo podían salir de la zona con permiso de la policía. Lo hacían con un salvo conducto y podían ir a misa y al hospital. No les era permitido andar por las calles del pueblo. Los miércoles salían en grupos a bañarse en la quebrada Santa Mónica y los muchachos de los colegios se iban igualmente para ese lugar a gatearlas, pues en esa época no existían vestidos de baño y muchas de ellas se bañaban desnudas. En las habitaciones había una toalla, una ponchera con agua y una jarra, para asearse antes y después del acto sexual, porque tampoco había baños”.


Según don Gilberto, era común que un fin de semana llegaran a Tierrabaja, hasta doscientas personas a caballo, de todas las veredas de Sonsón y de pueblos vecinos como la Unión, Abejorral, Nariño, Argelia y Aguadas (Caldas), buscando el servicio de las mujeres repartidas en las 28 cantinas, además de la clientela del propio casco urbano, pero esa zona, también era un espacio de mucha cultura, pues dicen que allí no sólo se buscaba placer en las actividades sexuales, sino que los muchachos sonsoneños, bajaban a encontrar tertulia con otros más veteranos, incluso sus propios padres los llevaban para que reconocieran el mundo de la masculinidad y del machismo paisa.


Don Gilberto, manejaba 12 mujeres y era un típico proxeneta. Todas las prostitutas que llegaban a trabajar a Sonsón, se dirigían a su negocio y él las ubicaba en las cantinas que necesitaran nuevas trabajadoras o las dejaba trabajando con él.


El pago se hacía bajo dos condiciones: si la mujer consumía en la noche Pistola (tomar agua por aguardiente y vino por ron), las ganancias se partían por mitad. Cincuenta por ciento para la mujer y cincuenta por ciento para el cantinero. Si la mujer consumía licor real, todo el dinero era para el cantinero. El único pago de la mujer, era el trago que consumía, pero con la condición de que no se emborrachara, para que tanto ella como los clientes consumieran bastante y la cuenta aumentara.


Cuenta don Gilberto, que cuando el consultorio fue cerrado, la policía iba hasta tierra baja y llevaba a las mujeres en fila india hasta el hospital. “Eso era un recorrido de cerca de 15 cuadras, lo que las ponía como atracción de circo y objeto de los insultos y comentarios denigrantes de las ‘señoras’ del pueblo”.


La zona de tolerancia empezó a desaparecer con la llegada de las drogas y los grupos de limpieza social, que obligaron a cerrar muchas cantinas y a que las mujeres se fueran o se diseminaran por todo el casco urbano.


La conversación con don Gilberto avanzaba en forma muy amena, hasta que me preguntó (supongo que porque yo estaba acompañado por un amigo médico): ¿usted es médico? Yo le respondí: no, periodista. En ese momento su actitud cambió y volvió a estar tan distante como al principio. Poco después la orden de montar los caballos y partir de nuevo se escuchó y así lo hicimos. La cabalgata continuaba, pero yo ya tenía parte de la historia que había ido a buscar. Al menos don Gilberto, quien a sus 69 años ha tenido cuatro esposas de las que le han quedado 20 hijos entre esos una niña de cuatro años, ya me había dicho lo más relevante, me había contado el pasado de Tierrabaja

jueves, 24 de abril de 2008

EL HOMBRE, EL AMIGO: EDGAR


"Un homenaje a un amigo, porque estos se hacen en vida... ambos"

En el trasegar de la vida se encuentran personas tan poco comunes que son cautivadoras e inspiran confianza y sentimiento de amistad casi automáticamente. Sin duda, esas personas marcan el comienzo de nuevas formas de relacionarse y sobre todo, de disfrutar nuevas experiencias, como compañeros y amigos. Sin embargo, siempre es bueno conocer un poco más de esas personas para descubrir otras facetas inexploradas y profundizar los sentimientos de admiración, respeto, aprecio y confianza.


Edgar León Amaya Fernández, es un amigo que conocí hace algún tiempo (no recuerdo cuánto) en Sonsón (Antioquia). Hijo de Adán y Fanny y nieto de Vicente Fernández, no el cantante, pero sí seguramente un hombre tan digno como esta, nació en Itagüí (Antioquia) hace 31 años, segundo entre tres hermanos y es Tecnólogo en Costos. En la actualidad es el jefe de cartera del departamento prejurídico de un Pull de Abogados de Medellín, tiene estudios en Psicología que pronto retomará y estudia Ingeniería Financiera en el Instituto tecnológico Metropolitano.


Edgar vive solo, tiene una relación de pareja de 2 años con la cual piensa conformar un hogar estable y como él mismo lo manifiesta "tiene un círculo de amigos pequeño", los cuáles son, en su mayoría mayores que él. "Están muy relacionados con el área del arte, son personas muy calmadas, de gustos similares a los míos, son alegres, dinámicos, y muy estudiosos, les preocupan los temas sociales y la mayor característica es que son todas locas, jejeje". Afirma y ríe, porque reconoce que al igual que él, sus amigos son homosexuales. Además manifiesta que una de las razones por las que vive solo es porque "uno como gay, no espera salir de la casa casado, sino que yo siempre había querido tener mis propias cosas, mi espacio, mi intimidad". Y agrega: "me gustaba esa responsabilidad y más cuando tengo pareja, por la parte de mi intimidad".


Pese a que su rama es la economía, tiene un pensamiento político claro y estructurado y es sensible frente a las problemáticas que vive el país, lo que se hace evidente al manifestar que "lo veo [al país] en una situación histórica realmente difícil, me preocupa demasiado su crisis política, su crisis social que está alimentada por los grupos armados, las pocas oportunidades laborales, académicas y de salud, no creo que Colombia esté pasando por un buen momento y tampoco veo medidas claras y oportunas que permitan detener un poco esta crisis. Ahora apuntaría a dos cosas: la reforma política inmediata, con un alto tribunal y el acuerdo humanitario ¡urgente!"


Edgar es un ser humano absolutamente extrovertido, alegre, con una amplia facilidad para el humor negro y de gran aceptación y popularidad entre sus amigos; impulsivo (lo que reconoce como un defecto), pero una persona de la que, según él, se puede esperar nobleza, sinceridad, lealtad, alegría, confrontaciones. Y esto último sí que es cierto, pues ya lo he comprobado.


En todo caso, Edgar reconoce que no puede solucionar las problemáticas del país, pero también es conciente de que "no se trata de hacer cosas grandes que cambien la historia, pero por lo menos procuro generar conciencia en mi entorno de la verdadera situación por la que estamos pasando, que debemos saber elegir a quienes políticamente llevan las riendas de este país, que no debemos utilizar el voto solo por utilizarlo..."Así piensa el hombre que no tiene una proyección de su vida dentro de 20 años, porque tiene unas metas más próximas. El hombre que se ama a sí mismo por encima de cualquier otra cosa y que disfruta viajar, cocinar y principalmente, compartir con las personas que quiere. VSM.

miércoles, 23 de abril de 2008

EL OTRO CENTRO, EL DE LA CULTURA

En el centro de Medellín se ven diariamente personas de diferentes colores, olores, texturas, sabores… Sí, mucha gente que avanza en infinidad de direcciones, sin un rumbo aparente, algunos con una prisa extrema, tanta que podrían llevarse por delante a quien tuviera la osadía de atravesarse en el camino y otros con un parsimonioso paso que raya en la lentitud, elemento extraño en el congestionado centro, más aún en la Plaza de las Esculturas o Plaza Botero.
En ese panorama multicolor, lleno de ruidos que van desde el apacible fluir inagotable del agua en las fuentes, pasando por el correr y reír de los niños, el rápido pasar de El Metro, los susurros de toda la gente hablando a la vez con sus acompañantes o por teléfono, hasta el estrepitoso rugir de los motores de los carros, especialmente de servicio público, en ese panorama cargado de historias sin contar, de un pasado tenebroso y de un presente desconcertante, donde fácilmente uno es atracado en una de las bancas ubicadas al lado de las esculturas a las once de la mañana –lo digo por experiencia propia- y donde miles de personas trabajan en infinidad de oficios, algunos de ellos desesperantes y desesperados como quienes reparten papelitos anunciando y promocionando productos y servicios tan variados como insólitos y hasta irrisorios, aparecen imponentes, majestuosas y a veces desvaloradas dos edificaciones: El Palacio de La Cultura, hermoso por fuera, pero una verdadera joya por dentro y el Museo de Antioquia, centro de la cultura Paisa.
Entrar al Museo de Antioquia nunca deja de ser interesante. Siempre hay algo nuevo para ver. Desde exposiciones vanguardistas hasta citas con la historia, como por ejemplo, el compendio del pasado de una empresa tan tradicional en Antioquia como la arepa, claro, se trata de la productora del principal acompañante de la arepa, el chocolate. Pero más que la exposición en la que se recrea desde los primeros empaques y anuncios publicitarios que utilizó la Compañía Nacional de Chocolates para su producto estrella, el Chocolate Cruz, hasta un vídeo proyectado en una pantalla LCD, de la actual producción del chocolate en las plantas de Ríonegro y Bogotá, quiero centrarme en el Palacio de La Cultura, que me impactó enormemente, tanto por la arquitectura escondida dentro de esos muros “de cuadritos” expresión popular entre la gente, como por el panorama que se puede apreciar desde su cúpula.
Me atrevo a decir que nadie, excepto los turistas, cuando va al centro, se toma el tiempo para observar lo que hay a su alrededor y menos aún, por ejemplo, se interesa por mirar hacia la cúpula del palacio de la Cultura. No se hace ni en Metro, ni caminando, ni en bus, ni en particular, ni en taxi… Estoy casi seguro de que pocos saben que ahí fue inicialmente la sede de la Gobernación de Antioquia o que es posible subir a la cúpula y mirar el centro desde allí, o que ahí funciona un teatro en el que proyectan películas de cine… Yo no lo sabía.
La vista que se tiene desde la cúpula del palacio de la Cultura, hacia el centro de Medellín y particularmente hacia La Plaza de las Esculturas, no es comparable siquiera con lo que se ve desde cualquier otro punto, abajo. No es común ver en una posición completamente lateral el Edificio Coltejer y poder identificar claramente su forma de aguja o apreciar el movimiento de la gente que se desplaza en todos los sentidos, el “gamín” que se baña tranquilamente en la fuente de agua, el Metro que pasa velozmente cargado de gente que ni se inmuta siquiera por lo que pasa allá afuera, aunque todos ven, pero estoy seguro de que pocos o nadie mira –eso también es experiencia propia-.
Lo cierto es que cada persona, cada movimiento, cada ritmo de vida, hacen parte de una gran cultura, la cultura Paisa que crece, vibra y se proyecta al país y al mundo. Una cultura que si bien en muchos lugares del departamento y de la ciudad, distan mucho de parecerse al corazón de la capital, tiene allí un legado histórico para muchos desconocido, pero mágico y permanente que está ahí, listo para ser descubierto, explorado y contado, pero también listo para contar esa otra historia, esa otra ciudad alejada del fulgurante ritmo de vida moderno…
Por mi parte, la visión del Centro y particularmente de La Plaza de las esculturas ha cambiado y ahora, cada vez que pase por allí a pie, en carro o en Metro, será inevitable levantar la cabeza, mirar hacia el Palacio de la Cultura, recordar y, sobre todo, querer volver. Porque ahora, mi percepción de ese espacio es diferente y solo yo, en medio de tanta gente, sabré y me sentiré orgulloso de haber estado en lugar que pocos conocen y que pocos han pisado. Ahora conozco parte del otro centro, el de la cultura.
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miércoles, 16 de abril de 2008

SEGUNDA VIDA, ¿COMPONER LO DESCOMPUESTO?


Con el auge de la Internet y de la virtualidad, ahora es posible tener una segunda vida en el mundo electrónico, paralela a la real. Esto es viable gracias a un sitio en internet en el que se puede crear una vida a imagen y semejanza de lo que cualquiera querría.


Secondlife.com, es la página que permite tal maravilla. Y digo maravilla porque en esa otra vida sí se puede alcanzar la perfección, o al menos esa es la promesa de los creadores. Sin embargo, no está al alcance de todas las personas, pues es necesario pagar una membrecía para poder acceder a la “segunda vida”.


Es tan grande la posibilidad que incluso se puede tener un similar (su 'alter ego' virtual creado a la carta) en 3D que vive, come, trabaja, juega, ríe, se enamora o es multimillonario, político, modelo, un genio, lo que quiera, porque la vida la construye usted. Es algo así como construir el yo ideal en un mundo virtual.


Además, este universo digital tiene sus propios medios informativos, centros comerciales, cines, transporte y hasta su propia moneda, el Linden Dollars, que puede ser intercambiada en el mundo real, por divisas reales. Y no solo eso, además, como en el mundo real, es necesario comprar un terreno y edificarlo para poder tener una empresa o una vivienda. Como quien dice, una copia del mundo real en el que también hay buenos y malos, mítines, robos y asesinatos. La diferencia, es que Second Life, es un mundo hecho a la carta.



En este universo digital en el que ya habitan cerca de 10 millones de personas virtuales, es posible tener una segunda súper vida, lo que quizá se convierte en una oportunidad para generar otro tipo de dinámicas, construir la existencia ideal o superar las frustraciones de este mundo y hasta componer lo descompuesto. Algo así como la gran oportunidad para enmendar esos errores que ya se cometieron en esta vida (en la que no se pueden cambiar) y tener un verdadero control sobre las vivencias.


Lo mejor, es que gracias a ese mundo, en el que todo empieza como un juego, muchos se han hecho ricos en la realidad y otros tantos han encontrado la vida que en este mundo de reales, les fue esquiva.


Sin duda, todo un mundo por descubrir. Y usted, ¿qué tipo de vida crearía?

miércoles, 2 de abril de 2008

LO BONITO Y LO HERMOSO, LO FEO Y LO HORROROSO


Somos tan ilusos que queremos que todos nos vean de la misma manera y, peor aún, juzgamos lo que vemos como absoluto e inalterable. Tenemos concepciones de la belleza tan variables como tipos de personas puede haber.


Recorriendo nuestro bello, pero a veces cruel idioma castellano, me encontré con la definición de belleza tal como sigue: “Propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual. Esta propiedad existe en la naturaleza y en las obras literarias y artísticas”. La definición por si sola es desalmada, pues da a entender que lo que no es bello, es decir lo feo y los feos no merecen ser amados.


De entrada, esta definición cosifica, o sea que da pie para pensar que la belleza no es aplicable a las personas, sino a los objetos inanimados. Sin embargo, nosotros igualmente juzgamos a las personas según nos parezcan bonitas o feas. Nos hemos dejado llevar por cánones de belleza poco convencionales impuestos desde unas esferas inalcanzables para muchos, lo que ha ocasionado que la mayor parte de la gente haga lo que sea y como sea para parecerse a ciertos personajes, que en todo caso nunca lograrán igualar.


Afortunadamente, la belleza es tan relativa como casi todos los juicios humanos. Personas que para algunos pueden ser bonitas, para otras terminan siendo feas u horrorosas y viceversa. A lo que me refiero es a que la valoración que hacemos depende de nuestra percepción del mundo y de la manera como logramos relacionarnos con ciertos grupos sociales. En los estratos altos la percepción y aceptación de la belleza es muy diferente de la que se da en los estratos bajos, debido a que gran parte de la belleza está determinada por agentes externos como accesorios, ropa, lugares que se frecuentan, actitudes, gestos y ademanes y condiciones socioeconómicas que llevan a una identificación específica. Además, si somos realistas, es necesario decir, que una persona conduciendo un automóvil último modelo que cuesta 120 millones de pesos, se ve más bonita que un modelo sentado en la banca de un bus del año 1980.


El ejemplo es un poco exagerado, pero es el reflejo de la sociedad estereotipada en la que vivimos. El viejo cuento de que lo importante es el interior o de que la belleza está por dentro, hoy por hoy agoniza por la sencilla razón de que todo entra por los ojos.


Entonces, cada persona es quien define qué es lo bonito y lo hermoso, lo feo y lo horroroso. Pero en todo caso, debe entender, si es medianamente inteligente que su juicio no es absoluto y que puede que lo que para ella sea lo más hermoso del mundo, para otra no llegue siquiera a ser digno de admiración.