miércoles, 14 de mayo de 2008

NUESTROS QUERIDOS PROFESORES


Estamos ad portas de la celebración del día del profesor en Colombia y sin duda en nuestros recuerdos de infancia, adolescencia o edad adulta, están grabados algunos profesores que nos marcaron, por buenos o por malos.

Y es que en el tiempo de formación académica, tan variable como los mismos profesores, nos encontramos con personajes que van desde los típicos, aburridos y monótonos (términos comunes entre los estudiantes, por no decir otros), hasta los que son medio locos, los que no enseñan nada, los que nos tienen bronca, los que saben mucho, pero no son capaces de transmitirlo, los que tienen una paciencia desbordadora, los ogros, los buena gente, los que regalan la materia, a los que nadie les gana, los que amamos y los que odiamos tanto, que con solo recordarlos se nos corroe el alma. Pues bien, podría seguir enumerando los tipos de profesores, pero la lista resultaría muy extensa. Sólo hay algunas características, que quiero mencionar, porque me parecen muy particulares, sobre todo porque podría decirse que algunos están descontextualizados. Aquí hablaré sólo de lo que ha salido de la experiencia personal de 13 años de formación académica.

Haciendo un recuento de lo que recuerdo, empezando por el preescolar, hoy me doy cuenta de que esa persona que me recibía a los 4 o 5 años, ni siquiera era docente, sólo era una señora que más que enseñar algo, cuidaba niños. Luego en la primaria encontré a una profesora de esas que uno diría “es un amor”, Teresa es el nombre, porque aún vive y fue ella la que me enseño a leer y a escribir (al menos a entender los símbolos y a hacerlos para formar palabras) y fue en la primaria cuando conocí al primer ogro, aunque en realidad no lo era tanto, solo tenía fama (supongo que por algo).

Luego en el bachillerato, la cosa era a otro precio… Los primeros grados muy convencionales, aunque en séptimo conocí a una profesora, que además de haber sido mi directora de grupo en dos grados, terminó por convertirse en una gran amiga. Pero allí en el colegio conocí de todo… Una profesora alcohólica, que cuando no faltaba a clase, iba borracha, un gordo que “enseñaba” español y que no tenía ningún reparo en vaciar a cualquier estudiante y cuyo discurso de cada clase era: “hay que leer” (hoy me doy cuenta de que no estaba equivocado), pero que nunca enseñó nada más; una negra que me la tenía montada y con la que peleaba clase, tras clase; una mona chiviada, que enseñaba nutrición, pero que no pasaba de vitaminas y minerales y ejercicios pendejos; un gorila (así le decíamos) que se llevaba los cuadernos para revisarlos y nunca los devolvía (o si los devolvía, los había calificado sin mirarlos siquiera); una que era chiquitina, pero a la que todo el mundo le temía y para completar daba química y otros muy buenos, centrados en lo que hacían. Como ven, a pesar de que se suponía que era el mejor colegio, no faltaba el parche…

Y en la universidad, ahí si que se encuentra de todo. Aunque en términos generales todos son buenos, no falta el medio loco, el escuelero, el que no se decide por lo que quiere (porque cada vez que uno entrega un trabajo cambia las condiciones), el que habla excesivamente rápido y el que duerme elefantes…

Como quien dice, si queremos aprender alguito, primero tenemos que educarnos en entender a los educadores, para que no resulte que nos estrellamos, perdemos las materias, las tenemos que ver otra vez con los mismos y hasta terminamos sabiendo más que ellos mismos, porque eso sí que les duele en el alma…

Como quien dice, astucia, paciencia y constancia, para entender a nuestros queridos profesores, al fin de cuentas ellos tienen que hacerlo con nosotros. Porque además de todo lo anterior, la gran mayoría, sobre todo de escuelas y colegios públicos, son analfabetas funcionales, muchos no saben ni prender un computador, no saben decir ni gracias en inglés y en ocasiones se escudan en los sindicatos para que no los vayan a sacar de los colegios. ¡Y ESOS SON LOS QUE ESTÁN FORMANDO A LOS HABITANTES DE ESTE PAÍS!, ¡Qué esperanzas!

Un saludo y reconocimiento a los buenos profesores, a los que sí saben enseñar y no han perdido el amor por su profesión. Un gran reconocimiento, porque aún recibiendo salarios en ocasiones indignos, siguen cumpliendo con su misión de enseñar y formar.

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