lunes, 25 de junio de 2012

La basura que vemos

Hace bastante tiempo decidí dejar de ver los canales nacionales y, hace poco, los regionales. Las razones son variadas. La principal, es un tema de gusto. Precisamente, hoy quiero (por gusto) opinar sobre lo que vemos en los canales nacionales. Y digo vemos, porque de vez en cuando dejo que el control remoto pare sobre uno de esos canales para ver qué hay de nuevo… y descubro que no hay nada nuevo.

Cambian los programas (sobre todo de horario), algunas veces los personajes y los nombres, pero en esencia es la misma basura en los mismos basureros y con los mismos TELEVIDENTES que se tragan todo lo que les ponen en frente. Lo peor es que los temas sociales más comentados en corrillos de amigos, tienen que ver con lo que pasó la noche anterior en uno de esos brillantes enlatados.

Vamos en orden. Las mañanas están copadas por matutinos desabridos, en los que una plaza de mercado se queda corta. El contenido escasea, las modelitos (salidas de cualquier reality en el que el único talento visible fue el de adelante arriba y atrás abajo) presentan, los consejeros espirituales se echan sus discursos baratos de superación personal y los astrólogos les compiten con sus predicciones en las que insisten en encasillar a 583 millones de personas en sus en el horóscopo (7 mil millones de habitantes de la tierra, divididos entre 12 signos). Mientras tanto, las amas de casa se rasgan las vestiduras por lo infelices que son al lado de lo que predican los dueños de la felicidad y reniegan de la miserable vida que tienen por no poder pagar las tetas y el culo de la presentadora de la mañana.

Un poco más tarde llegan las telenovelas mexicanas y venezolanas. ¡Brillantes! Miren la Rosa de Guadalupe, por ejemplo. ¿Quién no quiere que una vida desgraciada se arregle (como por arte de magia) con un vientecito de último momento y que todos terminen felices con sonrisas de crema dental? Pues ahí están otra vez nuestros televidentes lamentándose porque sus vidas no se componen tan fácilmente, quedándoles solamente el consuelo del ideal novelesco.

El medio día nos lo amargan los noticieros, que sin el más mínimo dejo de vergüenza prostituyen la noticia, inflan los hechos, le dan vuelta una y otra vez al mismo tema y nos muestran una buena dosis de porno miseria, para hacernos sentir culpables porque mientras los demás sufren, nosotros sólo vemos como marmotas mientras disfrutamos un suculento almuerzo. Esa es un arma política infalible para mantenernos conformes y pasivos, por lo afortunados que somos. Como dicen las mamás: no pida tanto, mientras otros no tienen nada.

Las tardes son peores, vergonzosas por decir lo menos. ¿Cuál programa será peor si comparamos El Precio es Correcto, el Doctor SOS o el reencauchado de Laura que ahora vuelve a nuestra ya devastada televisión criolla? O ¿qué rescatar entre Mujeres al Límite y Tu Voz Estéreo? Me quedo con El Chavo.

Para que nos vayamos a “dormir tranquilos”, las noches son deprimentes. Realities baratos en los que las intrigas son las que venden, el talento es una falacia, es necesario ser pobre y generar lástima para ser taquillero. Todos tan escandalizados, todos tan de doble moral, todos tan interesados en ese placer morboso de esculcar la vida del otro, de saber quién habla mal de quién, quién se comió a quién… Eso muestra lo que somos: un país de chismosos y envidiosos.

Aunque la responsabilidad es de las programadoras, en últimas la culpa primaria es del televidente. Siempre que le preguntan por lo que quiere ver, responde sacando pecho y pareciendo muy intelectual, que prefiere los programas culturales, los documentales, las historias, los análisis, aunque la verdad es que (aunque se los pusieran) nunca los vería. La muestra de ello es que, por ejemplo, casi nadie mira la programación de Señal Colombia y ni que decir de la televisión internacional. A lo sumo, ven en los canales internacionales las novelas que ya habían visto en los nacionales.

Eso somos, eso vemos, ese vende y eso tenemos… Creo que hay muy buenos productores, pero muy malos consumidores. Yo por ejemplo, veo Los Simpsons.

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