miércoles, 23 de abril de 2008

EL OTRO CENTRO, EL DE LA CULTURA

En el centro de Medellín se ven diariamente personas de diferentes colores, olores, texturas, sabores… Sí, mucha gente que avanza en infinidad de direcciones, sin un rumbo aparente, algunos con una prisa extrema, tanta que podrían llevarse por delante a quien tuviera la osadía de atravesarse en el camino y otros con un parsimonioso paso que raya en la lentitud, elemento extraño en el congestionado centro, más aún en la Plaza de las Esculturas o Plaza Botero.
En ese panorama multicolor, lleno de ruidos que van desde el apacible fluir inagotable del agua en las fuentes, pasando por el correr y reír de los niños, el rápido pasar de El Metro, los susurros de toda la gente hablando a la vez con sus acompañantes o por teléfono, hasta el estrepitoso rugir de los motores de los carros, especialmente de servicio público, en ese panorama cargado de historias sin contar, de un pasado tenebroso y de un presente desconcertante, donde fácilmente uno es atracado en una de las bancas ubicadas al lado de las esculturas a las once de la mañana –lo digo por experiencia propia- y donde miles de personas trabajan en infinidad de oficios, algunos de ellos desesperantes y desesperados como quienes reparten papelitos anunciando y promocionando productos y servicios tan variados como insólitos y hasta irrisorios, aparecen imponentes, majestuosas y a veces desvaloradas dos edificaciones: El Palacio de La Cultura, hermoso por fuera, pero una verdadera joya por dentro y el Museo de Antioquia, centro de la cultura Paisa.
Entrar al Museo de Antioquia nunca deja de ser interesante. Siempre hay algo nuevo para ver. Desde exposiciones vanguardistas hasta citas con la historia, como por ejemplo, el compendio del pasado de una empresa tan tradicional en Antioquia como la arepa, claro, se trata de la productora del principal acompañante de la arepa, el chocolate. Pero más que la exposición en la que se recrea desde los primeros empaques y anuncios publicitarios que utilizó la Compañía Nacional de Chocolates para su producto estrella, el Chocolate Cruz, hasta un vídeo proyectado en una pantalla LCD, de la actual producción del chocolate en las plantas de Ríonegro y Bogotá, quiero centrarme en el Palacio de La Cultura, que me impactó enormemente, tanto por la arquitectura escondida dentro de esos muros “de cuadritos” expresión popular entre la gente, como por el panorama que se puede apreciar desde su cúpula.
Me atrevo a decir que nadie, excepto los turistas, cuando va al centro, se toma el tiempo para observar lo que hay a su alrededor y menos aún, por ejemplo, se interesa por mirar hacia la cúpula del palacio de la Cultura. No se hace ni en Metro, ni caminando, ni en bus, ni en particular, ni en taxi… Estoy casi seguro de que pocos saben que ahí fue inicialmente la sede de la Gobernación de Antioquia o que es posible subir a la cúpula y mirar el centro desde allí, o que ahí funciona un teatro en el que proyectan películas de cine… Yo no lo sabía.
La vista que se tiene desde la cúpula del palacio de la Cultura, hacia el centro de Medellín y particularmente hacia La Plaza de las Esculturas, no es comparable siquiera con lo que se ve desde cualquier otro punto, abajo. No es común ver en una posición completamente lateral el Edificio Coltejer y poder identificar claramente su forma de aguja o apreciar el movimiento de la gente que se desplaza en todos los sentidos, el “gamín” que se baña tranquilamente en la fuente de agua, el Metro que pasa velozmente cargado de gente que ni se inmuta siquiera por lo que pasa allá afuera, aunque todos ven, pero estoy seguro de que pocos o nadie mira –eso también es experiencia propia-.
Lo cierto es que cada persona, cada movimiento, cada ritmo de vida, hacen parte de una gran cultura, la cultura Paisa que crece, vibra y se proyecta al país y al mundo. Una cultura que si bien en muchos lugares del departamento y de la ciudad, distan mucho de parecerse al corazón de la capital, tiene allí un legado histórico para muchos desconocido, pero mágico y permanente que está ahí, listo para ser descubierto, explorado y contado, pero también listo para contar esa otra historia, esa otra ciudad alejada del fulgurante ritmo de vida moderno…
Por mi parte, la visión del Centro y particularmente de La Plaza de las esculturas ha cambiado y ahora, cada vez que pase por allí a pie, en carro o en Metro, será inevitable levantar la cabeza, mirar hacia el Palacio de la Cultura, recordar y, sobre todo, querer volver. Porque ahora, mi percepción de ese espacio es diferente y solo yo, en medio de tanta gente, sabré y me sentiré orgulloso de haber estado en lugar que pocos conocen y que pocos han pisado. Ahora conozco parte del otro centro, el de la cultura.
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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Compañero Víctor, he estado siguiendo atentamente tus notas en el blog y aunque hasta ahora no te había comentado lo valioso de tus apreciaciones, me parecen detalladas, profundas se atisba en ellas una mano decididamente no ajena a una mirada escrutadora de arrebatos artísticos y floreciente pasión literaria.

Te propongo clonar tus anotaciones en el módulo de noticias de Oriente Teve de Sonsón o, si el espacio no es el más apropiado, te puedo crear una categoría especial en él.


Cordialmente,

Uriel Antonio Hurtado Arias
Ing. Webmaster Oriente TeVe.

Anónimo dijo...

hola como estas, me alegra mucho como te esta llendo de bien, tu amigo yohani...

Anónimo dijo...

hola espero que estes muy bien he leido algunos articulos q has escrito y simplemente no tengo palabras para expresar lo q pienso, me parece que tienes una magia q no se puede describir, ademas de q eres muy realista y aunque no se nada del presente creo q el tuyo sera exitoso y prometedor.
alguien q te quiere, te sueña y te extraña.
muchos exitos "f"